Ahir diumenge va tindre lloc la “XIV Marxa per la Desmilitarització de la Serra d'Aitana”. Una trentena de persones convocades per la Colla Ecologista La Carrasca - Ecologistes en Acció d'Alcoi, l'Ateneu Cultural El Panical, el Centre d'Estudis i Excursionisme Les Valls de la Serrella, el Col·lectiu per la Cultura de Pau i Noviolència del Comtat i l'Alcoià (COCUPANCA) i el Grupo Antimilitarista Tortuga ens vam donar cita davant les portes del safari per a realitzar la tradicional marxa fins a les portes de l'accés al recinte militar, situades en el Port de Tudons.
L'acte va esdevindre com en edicions anteriors, en un bon ambient de fraternitat i aprofitant un magnífic matí primaveral que ens va permetre gaudir amb intensitat de l'entorn. Després de la lectura del manifest, en el qual, entre altres coses, es va reivindicar dotar d'ús públic les antigues instal·lacions del Port de Tudons, es va procedir al no menys tradicional esmorzar sota els pins. Al seu terme el col·lectiu El Rentonar de La Torre de les Maçanes ens va presentar el seu projecte de catalogació i protecció del patrimoni arbori del seu poble. La jornada de convivència va concloure amb aquesta presentació i una assemblea evaluativa. Fins a l'any que ve!
MANIFIESTO DEL GRUP ANTIMILITARISTA TORTUGA
Por vez décimo cuarta nos damos cita en la mágica e incomparable Serra d’Aitana. Lo hacemos para renovar nuestros votos con el valor Paz, pero también para mantener viva la esperanza de que es posible un mundo sin guerras, sin ejércitos, sin expolio, sin coacción, sin violencia.
Porque deseamos vivir una vida buena. Y tenemos muy claro que nunca lo podrá ser si hay otras personas, por muy lejos que vivan de nuestras casas, que pagan el precio de nuestra alegría. No queremos gozar de un gran poder adquisitivo ni vivir en un espacio que llaman “de bienestar” si eso se construye en virtud de unas relaciones económicas entre países, injustas, desiguales e impuestas. Sabemos, además, que buena parte de esa imposición se logra con medios militares y aún bélicos.
Cuando hablamos de una vida buena no estamos pensando en comprarnos un buen coche o una gran casa. Ni siquiera en realizar bellos e interesantes viajes durante nuestras vacaciones. Hablamos, precisamente, de una forma de vivir sencilla. Soberana. Con pocas cosas. Libre, en la medida en que seamos capaces, de los cantos de sirena de la sociedad del consumo y el escaparate. Una vida cuya plenitud busquemos en el compartir los unos con los otros, en el volver a ser pueblo, una comunidad, y no en obtener los falsos logros que nos propone el sistema. Un estar en el mundo que deje una fructífera huella humana y ecológica.
Y queremos ser esas cosas, como decíamos, también con esas personas que están lejos. Con quienes viven bajo la amenaza de las bombas en Siria, Yemen, Palestina y tantos otros lugares. Con quienes trabajan agotadoras jornadas laborales por muy poco dinero para que luego aquí la ropa de moda sea tan barata, quienes se hacinan en los cinturones suburbiales de las grandes ciudades del mundo empobrecido, desplazados por conflictos que tienen causas económicas. Y tantos otros casos de los que nos podríamos acordar. Y de los que nos acordamos, de hecho, cuando alzamos nuestra mirada y vemos en lo alto de una de nuestras más amadas montañas la bota militar: el símbolo por excelencia de la violencia, de la guerra, de la injusticia. El recuerdo permanente de que una parte de la humanidad oprime y vive a costa del resto.
A lo largo de estos catorce años, además de la adecuada protección medioambiental de la sierra, hemos pedido el fin de la presencia militar en Aitana. La reconversión de sus construcciones -tanto de la base del Port de Tudons, hoy abandonada, como del sistema de radar de la cumbre- y su transformación en instalaciones que pudieran emplearse en hacer el bien. Ideas no faltan, y gente con ganas de ponerse manos a la obra tampoco. Lo hemos reivindicado cada año con marchas montañeras, actos pacíficos y almuerzos. También con desobediencia civil e incluso con diálogo institucional. Hasta ahora, hemos de decir, nuestra reclamación y buen deseo no ha sido acogido por parte de quienes tienen en sus manos tomar tales decisiones. Por lo que decíamos antes acerca del papel que estas instalaciones juegan al servicio de las injusticias y las guerras, hay que entristecerse de ello.
Pero no tanto como para que la pena ciegue nuestra fe y nuestra esperanza en que las cosas no son inexorables, en que las personas podemos cambiar y las sociedades también. Por lo pronto, aquí estamos. Un año más. No todas las que nos gustaría ser, pero sí las suficientes para saber que no estamos solas en nuestro sueño y en nuestro compromiso.
¡Por una Aitana desmilitarizada! ¡Por un mundo sin expolio y sin guerras!
Serra d’Aitana, 28 de mayo de 2017.
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